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27 diciembre, 2009

PRENSA: OPINIÓN: RIAÑO: LAS VERDADES

LAS VERDADES / Vellido Dolfos, el héroe. La Crónica de León.
Riaño.

Murmuran, difaman, envidian y odian. En su más íntimo yo laten corruptos frustrados que juzgan inmisericordes al presunto tramposo que ellos no han podido ser. No les importa que les desinformen, les gusta estar desinformados y, si de algo tienen que enterarse, eso tiene que tener el morbo necesario para despertar su interés. Perdonan al sindicalista, traidor al obrero, y condenan al luchador que se sale del sistema. Permiten que inunden su tierra y derriben pueblos para anegar sus valles y luego gritan ¡guapo! a quien lo hizo sólo porque ha llegado a presidente del Gobierno. Se oponen de boquilla a la línea de alta tensión porque destroza su montaña y agreden a sus dioses celtas petrificados en sedentes montañas en vez de impedir por cualquier medio el atropello. Aquí triunfan los traidores a su patria y los mentirosos compulsivos mientras los valientes no tienen espacio social para trabajar en pro de la dignidad social y por el respeto a su tierra. Se llenan la boca reivindicando autonomía para León, mejor, odiando a Pucela, y luego apoyan a los que se la niegan en el pretexto democrático del voto. Los mediocres y los vividores están de enhorabuena porque son los ídolos de una sociedad envejecida en el cuerpo y demenciada en su alma. Los jóvenes son expatriados a buscarse la vida en otras patrias más ricas y su maleta llena de incertidumbres viaja hacia ninguna parte desde este infierno de cobardes que ni siquiera tiene ya fuerzas para luchar por lo justo. Mientras, el alcalde ‘friki’ se descojona vivo en New York desacreditando a nuestra tierra… Quien se queda, de vez en cuando se pone el traje tradicional o coge el pendón de su pueblo para enseñarlo en las fiestas que organiza el poder que le niega su propia historia y su propia tradición. Son de izquierdas o de derechas, pero nunca son lo que tienen que ser: leoneses que luchan por su dignidad como pueblo, por su historia, por su presente o por el futuro de sus hijos. Les roban cada día, les matan el paisaje con una línea de alta tensión mientras les niegan con pretextos medioambientales la estación de esquí de San Glorio… Y en las profundidades del agua, grita el viejo Riaño su rabia y llora su pena entre piedras mojadas por el agua y por la cobardía de un pueblo. Y el campo que iba a ser regado agoniza asesinado por sus propios gobernantes y por las normativas europeas, sin agua y sin gente. En el nuevo Riaño, ese pueblo suizo fabricado, se han olvidado los sentimientos que llevaron a Simón Pardo a quitarse la vida cuando su casa iba a ser demolida. En los bares, se habla de otras cosas mientras se mata la conciencia a base de vino y narcisos. Los que eran de Cacor son ahora serviles alcaldes, ediles o diputados que comparten dietas con quienes inundaron su valle y demolieron su casa. Nadie puso dinamita en la presa. Lo más valiente fue una pintada: ¡Demolición! Pero ahí sigue la presa, testigo mudo y maléfico de la cobardía de un pueblo y del cainismo del norte contra el sur de una misma tierra, de un mismo pueblo. El norte murió entre ‘maderos’ matones, ahogado, y el sur nunca recibió el maná del progreso. Fueron leoneses quienes tomaron la decisión política de anegar el valle a cambio de nada. Ahora están en el Consejo Nacional de la Energía planeando otra burla a la razón: la línea Sama-Velilla. ¡Malditos sean!